Recuerdo haber tenido un compañero de escuela cuyo nombre no recuerdo, no por desmemoriado, sino por que el mismo, al pertenecer a una religión distinta a la mayoría, era conocido como “ el testigo “.No era mal tipo. Pero por esa extraña naturaleza humana de alejar y destruir lo que es distinto, “ el testigo “, no era de los mas populares y normalmente era terrible y despiadadamente discriminado. Mas allá de mi buena onda con él, quizás con ribetes lastimosos, si quería seguir perteneciendo a la masa no podía contradecirla y en varias oportunidades me vi a mi mismo siendo parte de la máquina discriminadora.El sábado próximo pasado tuve el castigo merecido. En carne propia y en la de mi compadre, apodado Mr. Músculo, sentí con todo rigor, el amargo trago de la discriminación. Solo por trascendidos pude enterarme que capitanedos por Pablito, mi otro compadre el comando, Fabián y el Mauri, se entregaron a una placida tarde de pesca en la isla, sin atinar a tomar el teléfono y avisarnos.Dado que soy propietario de embarcación, solo me resta decirles ( especialmente a Pablito ) que cuando quiera ir a pescar voy a ir y me voy a reservar el derecho de invitación.
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