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El Casino del Cape es básicamente un espacio real y virtual en donde un grupo de amigos, se reúnen a compartir la cena de todos los lunes desde hace más de 15 años. el lugar de reunión real es itinerante, es decir, va cambiando de lunes a lunes de acuerdo a la disponibilidad de locación de cada uno de los participantes de estas reuniones.

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jueves, noviembre 22

Era cuestión de tiempo. La sucesión de abusos que todos cometimos en el Casino del Mauri, terminaron por colapsar los nervios del anfitrión. No nos echemos culpas unos con otros. Como dije antes, todos somos culpables; los unos de esto y los otros de aquello, pero culpables al fin.
Claro que hubo desencadenantes y conductas menos toleradas por el galeno y diferentes grados de colaboración y compromiso entre los miembros del grupete.

A la hora de encontrar el desencadenante principal, tenemos que buscarlo por el lado del baño. A las siete de la mañana, el apóstol de la salud, quiso tomar su baño matutino para emprender su jornada, cuando la regadera de la ducha solo esputaba agua fría. Primero lo tomó por el lado del parque de la independencia, pero no estaba tan fría; así que pensó en la garrafa. Y no se equivocó. Al parecer algunas piadosas manos, en su afán de colaborar y ponerle el hombro a la cosa, cometieron un error que conllevó la rotura de un caño que a su vez dejó escapar la carga del butano del petiso contenedor.

No hace falta aclarar, que el caballero en cuestión, se acordó de los nombres de cada uno de los integrantes de tan honorable grupo y los recitó uno a uno acompañado de irrepetibles epítetos.
Mientras se acicalaba con el gélido líquido elemento comenzó a repasar en su cabezita todas y cada una de las faltas que se sucedían lunes tras lunes por parte de los comensales.
Algunos de los muchachos en cuestión se niegan terminantemente a realizar algún tipo de compras para
la sagrada mesa.
Y la lista sigue. Los malditos fumadores que parecen ignorar la presencias de por lo menos tres ceniceros y arrojan o apagan las colillas en donde más le plazca o convenga a la zaga del propio ocio.

Y ahí no termina la cosa. Inescrupulosos y viles sujetos, toman el baño por asalto, y dejan huellas de su paso por doquier. De una u otra naturaleza; haciendo caso omiso de la existencia de una simpática escobilla en el costado izquierdo del inodoro (Tomando como referencia la posición del usuario).

Y para ir terminando y extendernos en el comentario, el lunes pasado se cometió el más capital de los pecados que dejaría sin aliento al mismísimo Baco. Hemos dejado botellas de vino a la buena del sol naciente.

El resultado de todos estos puntos es catastrófico. El Mauri se cansó y le puso la faja al casino.

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