Atenuantes y Agrabantes

No quiero hacer de éste un simple descargo para deslindar responsabilidades; pero estoy convencido que en las actitudes de los otrora insignes comensales de los lunes, existen matices atenuantes y agravantes.
Hablando a calzón quitado, como decía mi abuela y en lo referente a los que solo poseen agrabantes, hay tipos que no tienen perdón. Han perdido hasta el último hálito de los más básicos códigos del comportamiento esperado a un digno representante del machismo rosarino. En cambio han adoptado posturas “new age” en las que, y siempre hablando de los imperdonables, sus señoras esposas y o novias y concubinas, los tienen realmente cagando.
No es que tenga yo pruebas concretas; pero sé, por comentarios y trascendidos que a más de uno lo hacen quedar en su domicilio a cambio de uno que otro favor sexual el cual es negado durante toda la semana.
A otros, y esto es aún más triste, lo seducen a no asistir a tan distinguidas reuniones, a cambio de no realizar las tareas domésticas de las que se encargan a diario.
Más allá de todos estos pobres diablos, estamos los que tomamos el servicio público como un apostolado. Los que en más de una ocasión, dejamos de lado los mezquinos intereses y placeres personales, para entregar todo al prójimo, al más desposeído, al que no tiene nada y le falta todo, al que no conoce de casinos ni toma vinos patagónicos, al que no puede ir a ningún bar con vista al río, al que no recibe masajes ni tiene computadora, al que no puede, ni siquiera, comer una galletita.
Por esto es que algunos, los menos, faltamos algún que otro lunes a la sagrada cita.