
Arrancó la cosa en el Leña y Leña. Entrada, achuras y asado. Todo bien regado y terminado con postre. Cuando la cosa no daba para más, el grupete se trasladó a las cómodas instalaciones del casino del Mauri y ahí empezó lo bueno.
Tras sacrificar una botella de whisky que agonizaba con la última medida en su interior; se tubo que echar mano del Nextel y pedir un repuesto por delibery.
El Turco tomó la banca con garra y determinación ya que éste “no es un juego pa’ tibios”, pero algunos mazos después, se retiró humillado y con pocas fichas en sus manos.
El fideicomiso integrado por Pablito y un servidor, se apoderó de la banca y se retiró con las arcas equilibradas. El Cape y el Mauri solo aportaron fichas.
Pero es tiempo de las secuelas. El exceso del noble destilado trajo al tapete otra vez, la figura de un comensal que hace su segunda aparición “Pepitito Marrone”.
Aparentemente, y por boca de su señora esposa, el mencionado personaje llegó a su casa con un enorme cargamento de amor. No hace falta aclarar que echaron flit e hicieron que se dé vuelta para evitar el fétido aliento alcohólico. Algunas versiones, de las que no damos fe, lo colocan al amoroso borrachín en un sofá en el living. Pero no lo creemos.
En fin, lo importante de todo esto, más allá de donde tubo que dormir uno u otro, es que por una noche reapareció la magia.