He escuchado y leído una gran cantidad de cosas sobre la crisis de los 40. Algunas con algún asidero más o menos científico y otras una verdadera sarta de boludeces.
Se habla del deterioro físico. Si, algún kilito de más. Pero siendo honesto, uno nunca fue Mr. Univers.
También se habla de la caída del pelo. Bueno, no es que abunde; pero creo que tengo tiempo de juntar algún pesito para los implantes.
Me llamó la atención un artículo que hablaba que pasaría por momentos de depresión y de ansiedad, debido a que existe una lucha muy dura entre lo que quiero hacer y lo que debo hacer. Dejen de joder, si más allá de algún gustito uno siempre hace lo que puede. Ni lo que quiere, ni lo que debe.
Dicen los que saben que a los cuarenta uno busca nuevas experiencias de riesgo o atrevidas como cuando era joven. De repente quiere practicar algún deporte extremo.
Si están hablando del surf; nada que ver. Esa es una vieja filosofía de vida que se encontraba aletargada dentro de mí y que salió a la luz (y por casualidad) justo a los cuarenta.
A algún estudioso del caso se le deslizó (o cayó) la idea de que los cuarentones tenemos tendencia a salir con mujeres más jóvenes. Pero, si no me daban bola cuando tenía veinte. No me hagan entusiasmar al pedo. Pedazo de pelotudo.
El tema es que hoy cumplo 40. Y que? Esto, mis queridos cofrades, es una cuestión de kilometraje, no de modelo. Si uno ha hecho todo lo que tenía que hacer a la edad que lo tenía que hacer, no creo que ninguna crisis lo afecte.
La idea es haber sido un auto con las características necesarias para convertirse en clásico, no en auto viejo. O en un vino con la calidad suficiente para que al pasar los años mejore su sabor (por si alguna dama trasnochada piensa en probar).
De todos modos, yo estoy acá con mis cuarenta. Y si la crisis quiere venir que venga, que le presentaremos batalla.
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