Los muchachos del casino nunca rechazan una buena reunión gastronómica. De ahí que es entendible el alto honor y status social que significa ser considerado cocinero oficial.
Durante mucho tiempo se alzaron falsos profetas de la cocina, que en mayor o menor medida lograron alborotar a los comensales con pomposos platos cosmopolitas.
Pero, y los caballeros del casino tienen bien presente esto, ser cocinero de ésta noble elite no pasa por una bagna cauda o paella al año y mucho menos por algún grillé de cerdo acompañado por putanescas ensaladas. Ser considerado cocinero oficial es, como decían los viejos juerguistas de la florida, parar la olla todos los lunes. Y en esto, quizás no con tanta parafernalia y adornos, el Cape se alza como un bastión de sólidos cimientos que mantienen en pié la mística de un grupo.
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