Un Pacto Para Ganar

Cualquier viejo del barrio La Florida sabe de sobra que una vez caídas las primeras sombras de la noche, Satanás y sus secuaces, deambulan por las ribereñas calles en busca de desprevenidas o necesitadas almas. Basta con caminar por la calle Alvares Tómas para poder ver, en una fastuosa residencia, la marca del mismísimo Mandinga en una escultura convenientemente camuflada entre los ligustros.
Algunos hombres sensibles del barrio, los únicos que pueden llegar a detectar las huestes oscuras, juran haber visto al mismo Lucifer disfrutar de una helada cerveza en un bar con la mejor vista al río.
Claro está, que el tenebroso jerarca, solo se ocupa de casos importantes. Un pibe que quiere llegar a primera y pedir selección, o algún pelilargo con poco baño que sueña ser el próximo Santana; y deja a sus secuaces los casos menores que no tendrán mayor relevancia.
Así fue que una noche de copas, Gonzalo transitaba el barrio estirando una caravana que llegaba a su fin y en mitad de la calle se topó con Asmodeo.

- Soy Asmodeo, inspirador de tahúres y dueño de todas las fichas del mundo.
- Yo soy Gonzalo, y para hacer honor a la verdad, estoy en pedo.
- No estás harto de perder a los naipes y ser la burla permanente de tus cofrades?
- La verdad que si. Pero, yo lo explico todo a culpa de LA DESGRACIA.
- Que me decís si te prometo convertirte en un ganador en el juego.
- Que vos estás más en pedo que yo.
- No, no. Yo te hablo de fichas a granel. De sacarlo al Mauri en la primer mano, de dejarlo al Cape en el piso esperando el remate final. De decirle al Turco que después de lavar los platos te haga un cafecito. Te hablo de la gloria.
- Donde hay que firmar?

Nunca trascendió que fue lo que Gonzalo le dio a Asmodeo a cambio de su nuevo status de ganador. Lo que si se sabe, es que desde esa noche en adelante, no paró de ganar al poker, y que, aunque lo han increpado siempre; nunca admitió su encuentro con Asmodeo.