Misterios de la Noche

Después de algunas idas y vueltas, de caminar contactos y averiguar complicadas contraseñas; Mariano Centella, pudo entrar el la escuela pseudo científica de la Florida.
Para hacer honor a la verdad, no sabía a ciencia cierta, de que se trataba; pero las típicas leyendas urbanas aseguraban que, en determinadas sesiones para iniciados, corría el buen whisky, lo que le pareció suficiente.

Una vez dentro, advirtió que varios eran los casos que se abordaban en las oscuras reuniones. El del mozo del Morocho del Abasto, que todos los viernes a las ocho y veintiún minutos de la noche dejaba un cortado en la segunda mesa a la izquierda de la entrada sin que nadie estuviera ocupándola.
Otra cuestión, ampliamente debatida, era la extraña conducta de un viejo referente del barrio, que antes de ir a jugar un torneo de bochas, realizaba un complicado ritual con sal gruesa y vino tinto en la plazoleta de Buchanan y Agüero.

Pero, si de misterios se trataba, nada desvelaba tanto a los estudiosos del asunto como el caso de los lunes por la noche. Decían, los que juraban haber asistido a algunas reuniones; que el sujeto en cuestión, abandonaba la velada a determinada hora, sin dar mayores explicaciones, y que volvía al rato con tremendas habilidades lúdicas que redundaban en una inexorable victoria al poker.

Los hombres sensibles de la Florida exponían argumentos como pactos con demoníacos agentes del juego; rituales emparentados con religiones afroamericanas y hasta buscaban similitudes entre el sushi y el holdem texas poker.

Los refutadotes de leyendas, en cambio, sostenían que el tipo se retiraba para hacer las veces de remís con su señorita novia y que al retornar, nada místico lo envolvía; solo se enfrentaba a Gonzalo a quién los infernales regentes del juego le habían quitado todo tipo de apoyo.